No hay que sentarse a esperar cómo construimos el consenso, mientras las élites de siempre se preocupan por construir su hegemonía. Esforcémonos por unir al pueblo y exigir que se cumpla lo pactado.
Edición 90
Perder una votación popular es cuestión de método
En la medida en que la élite política no tiene la última palabra en la decisión, se debe orientar el proceso de decisión para que tenga las mayores posibilidades de éxito ante el decisor final: el pueblo en su diversidad. Lo que implica la necesaria búsqueda del más amplio consenso político y social. La práctica del voto popular permite también, por medio de la expresión de las consignas de voto, extender la responsabilidad de las decisiones y de sus consecuencias al conjunto de los actores políticos, y no solo al gobierno.
Y ahora… ¿qué?
¿Cuál era el propósito de la oposición de la ultra derecha político-religiosa? La respuesta es sencilla, AUV y su bancada pretenden mantener un/su gobierno al interior del gobierno de Santos.
El plebiscito y la paz: una reflexión al margen
El ideal de una política sin Estado o, más radicalmente aún, de una sociedad sin Estado, es por ahora sólo eso: un ideal, puesto que en la práctica política el Estado sigue siendo el principal factor de poder, con tanto que incluso puede destruir o disolver cualquier proceso de transformación del mundo o de la sociedad, así tales procesos no se propongan la toma del poder.
La elección fue el odio
Los abuelos de quienes hoy ejercen la política en Colombia, a mediados del siglo XX, después de una guerra horrible que su nombre lo sintetiza “La Violencia”, dividieron los pueblos y los campos, crearon divisiones imaginarias en el espacio y en la vida, donde les decían a grupos sociales homogéneos, a quiénes deberían vivir aquí y a quiénes allá, a qué personas debían querer y a quiénes odiar; los valientes que pasaban estos límites muchas veces ponían en peligro su vida.
Ni victoria ni derrota. Esto es una crisis
Así que esta no es ni una victoria ni una derrota. Es una situación de crisis. No conozco ahora mismo las respuestas ni las salidas y también me cuesta pensarlas porque todos estamos elaborando el momento. Sin embargo, en una situación donde estamos ante todos los riesgos y todas las oportunidades, existe la virtud de que la vía militar, incluso para el ELN aún en armas, se ha ido clausurando al punto de impedir al propio uribismo defender cualquier cosa que no esté en el campo de las soluciones políticas.
La gramática política del Acuerdo y la necesidad de una democracia agonística. Una reflexión para la cátedra de Paz*
La cátedra de paz debe perfilarse como un trabajo de largo aliento capaz de crear conciencia ciudadana y opinión informada en torno a los acuerdos de paz, a las negociaciones con los actores armados y la búsqueda de verdad y justicia en torno a hechos concretos, pero proporcionando, al mismo tiempo, una perspectiva de conjunto sobre los problemas de violencia política en el país, sus implicaciones culturales, las condiciones estructurales que los han alimentado y ameritan profundas reformas sociales, políticas y educativas, así como sobre los intereses de los distintos actores en contienda.
Votar sí al mejor acuerdo posible y con la esperanza de una Colombia mejor
Privilegiar la continuación del conflicto armado, a pesar de las numerosas futuras víctimas que este conllevaría, para no renunciar a una idea personal de la «justicia» y un deseo pasional de ver a los guerrilleros castigados, no sólo representaría una falta política sino también una actitud en contravía de la ética.
¿De verdad hay razones para votar “No”?
Cuando los uribistas afirman que el Acuerdo conduce al ascenso inmediato de las Farc al poder, gracias a los recursos políticos (curules) y comunicativos que tendrán las Farc, nos dicen por debajo de cuerda que no hay nadie en sus filas que tenga la capacidad intelectual y política para detenerlos democráticamente o vencerlos en debate. En esto hay que conceder que al menos hacen un diagnóstico honesto –aunque inconsciente- de sus propias capacidades.
“Mató el tigre y se asustó con el cuero”: ¡refrendar la paz en Colombia!
En mi interpretación de este dicho, la simbología del tigre se refiere a la fantasía militarista de la guerra, la realidad del cuero al conflicto político constitutivo de la paz. Contra la cobardía militarista que sigue proyectando en el tigre sus ilusiones de una Colombia sin conflicto de clases, el heroísmo pacifista resiste con asumir responsabilidad por los cientos de miles de víctimas que ha dejado esa guerra, para darles propio entierro. Asumir responsabilidad por el cuero quiere decir confrontar las causas sociales que han hecho que el irreducible conflicto que nos constituye se exprese no en la forma política del desacuerdo, sino en la forma armada de la violencia. El cuero, en otras palabras, no desaparece, así como no desparecen los millones de víctimas que ha dejado el conflicto armado colombiano.
Menos opiniones, más explicaciones: Polarización, psicología cognitiva y el plebiscito por la paz
Antes de tratar de convencer a alguien de votar Sí o No en el plebiscito, trate de llegar a consensos sobre lo que sí dicen y lo que no dicen los textos de La Habana. En otras palabras: trate de intercambiar explicaciones antes de debatir argumentos a favor y en contra. Este ejercicio resultará tan útil para usted como para su interlocutor a la hora de establecer qué tan bien comprenden lo pactado en La Habana, ayudando a reducir polarizaciones y actitudes extremas basadas en la desinformación.
Respuesta al amigo que pensaba votar No
Tú dices: ¿qué ejemplo le vamos a dar a las nuevas generaciones? Bueno, tanto tú como yo tenemos hijos. Hermano, ¿qué ejemplo le vamos a dejar? Yo te digo, démosles un ejemplo de grandeza, de generosidad, de perdón. Posiblemente, no seremos ni tú ni yo los que veamos este país en paz. Porque cuando este proceso termine, y si termina bien, y si el plebiscito se aprueba, va a haber muchos odios detrás. Ojalá no, pero es muy posible que muchos líderes políticos de las FARC reciban atentados, en otras palabras: todavía nos falta un camino de dolor (¡ojalá me equivoque!).
Es lo mismo pero no es igual, aunque también puede ser diferente (Respuesta a la opinión “más leída”)
La opción política por la que optaron las FARC-EP y el Gobierno, frente a un horizonte de destrucción mutua o de mediocridad normalizada y continua, fue precisamente la que tanto defendió Uribe: la reconfiguración de la “unidad social” en torno a la recuperación de la soberanía Estatal. Ahora bien, el Acuerdo Final problematiza la cuestión de “la unidad” introduciendo una representación del “espacio común” como un espacio plural, heterogéneo, esto es, representando “la diferencia” como un problema político y no como una forma de ruptura de dicha unidad, como una amenaza, como una monstruosidad incluso.
Los Ciclos de América Latina
Ante este escenario de retroceso para los sectores populares lo político no puede ser solo gesto de resistencia sino que se deberá avanzar hacia la construcción de procesos instituyentes que logren radicalizar las formas de la democracia. De esto depende que la diferencia entre interrupción y cambio de ciclo no sea una cuestión meramente teórica sino política.
Desbordar el sentido común: un movimiento popular para la paz
Creer que la paz se alcanzará a punta de reformas administrativas del Estado es una completa ingenuidad. Construir una paz estable y duradera tiene que ver más con agenciar las prácticas cotidianas con escenarios donde la lógica del diálogo, de la diferencia y de la reflexión estén en el primer orden.
Posiciones y riesgos para la paz en Colombia
No es una cuestión secundaria para Colombia el plebiscito del próximo 2 de octubre. La heterogeneidad de posiciones, ambigüedades y contradicciones en relación al discurso de quienes defienden votar por la paz se expresarían en nuevos escenarios. Mientras tanto, la extrema derecha busca cómo incentivar la guerra y romper la nueva forma como se busca tramitar los conflictos que hay y que vendrán.
“Bogotá mejor para godos”: ¿cultura ciudadana? No, gracias
Si de lo que se trata es de construir una ciudad para el posconflicto, “una ciudad de las víctimas”, es necesario dejar de lado la cultura ciudadana por basarse en un esquema de inculpación individual que concibe a los ciudadanos como menores de edad, que deben ser educados y castigados.
La academia del posacuerdo, ¿ciencia política sin campesinos?
El domingo se votará por la aprobación de un Acuerdo que concentra gran parte de su implementación en el sector rural. Y sólo durante un evento, que claramente no representa todo el campo académico, fue posible imaginar lo difícil que será garantizar una relación estrecha entre la academia y la implementación de los acuerdos.
La paz como horizonte de altísima existencia
La construcción de la paz en Colombia está más ligada a una dinámica marcada por la conflictividad que a un ilusorio espacio de desaparición de la confrontación social y política. Las movilizaciones, los pliegos y las reivindicaciones antes que poner en riesgo la paz, la re-crean como tensión política inagotable.
Solo decimos: démosle una oportunidad a la paz
Sabemos, a la luz de la experiencia internacional, que no puede haber salida perfecta para situaciones traumáticas de violencia política; que todo acuerdo exige concesiones de parte de cada uno de sus actores; que ningún compromiso puede dar plena satisfacción, a la vez, a todas las exigencias de justicia y reparación para las víctimas, de castigo para los victimarios, de develamiento exhaustivo de la verdad para la sociedad en su conjunto.